Aitana Rodríguez Muñoz
Un final con sabor a bienvenida
Hoy es uno de esos días que cuesta levantarse, que no quieres despertar... que huyes de un desenlace que martillea tu mente y daña tu susceptible corazón.
Pero la realidad impera por mucho que tú quieras alargar un sueño interrumpido por el despertador inexorable del tiempo. Toca levantarse y afrontar la triste realidad porque todo tiene su tiempo y el de nuestro reinado se agota, querida Aitana.
Digo nuestro y digo bien, porque ha sido tuyo y de todos nosotros gracias a esa generosidad que te caracteriza y que ha servido para compartir cualquier acto, cualquier celebración, todas la emociones...todos los sentimientos. Si, Aitana; te tocó volar y nos llevaste en tus alas para, en cuanto te lo permitía tu apretada agenda, volver al nido con el fin de compartir ilusiones, sonrisas, experiencias y felicidad.
¡Qué cantidad de recuerdos que, estando tan cerca, se quedan hoy tan lejos! ¡Cuántos momentos vividos vuelven hoy a nuestra mente a un ritmo vertiginoso! Y eso que pensábamos que este día no llegaría nunca, que esto no tendría final.
Ha llegado el día, hoy cae el telón que cierra el fin del acto y nuestra función quedará para la historia; la tuya, la nuestra y la de las fallas en general. Toca despedirse de la gloria con honor, con orgullo; con la satisfacción de la labor bien hecha. Dejamos atrás muchas cosas pero llegan otras que abren una brecha al futuro y que, estoy seguro, vendrán a hacer más grande un tiempo que afrontamos con la misma responsabilidad pero con mayor experiencia.
Hoy que todo suena a despedida, que tenía que llegar y lo sabíamos pero que ha llegado demasiado pronto, es un día para decirte lo orgullosos que estamos de ti, lo felices que nos has hecho con tu apego a todo lo nuestro y lo importante que ha sido para nosotros que no hayas olvidado tus orígenes pese a que se abrió un mundo nuevo para ti.
Por eso es un día, querida Aitana, para felicitarte por tu dignísima labor, para rendirnos a tu extraordinaria representación y para darte las gracias ¡por todo!
¡Bienvenida a casa!
Marcos E. Soriano
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