Aitana Rodríguez Muñoz
Aitana pasa sus últimos días de reinado…¡ensayando con sus compañeros del Duc!
¿De qué pasta tiene que ser una fallera que, viendo como el tiempo de su reinado se escapa como el agua de las manos, no se aferra a su honrosa condición y afronta el destino inmediato con una mezcla de nostalgia y serenidad cargada de orgullo?
¿Qué pasará por su mente de niña ante la inminencia de un destino final que no por esperado deja de ser amargo?
Quizá la serenidad con la que afronta esa despedida, y que ha caracterizado este año de gloria festiva, haya sido lo que le ha hecho acreedora del respeto y la admiración de la Valencia fallera y del orgulloso reconocimiento de los que hemos conocido sus evoluciones desde el mismo momento de su nacimiento.
Hoy nuestra Aitana, convertida en historia viva de las fallas, espera con nostalgia el momento del fin de un ciclo que entristece su alma pero que enorgullece su corazón cien por cien del Duc. Así lo ha dejado patente este año y lo demuestra cada vez que tiene la oportunidad de escaparse de su vorágine festiva para buscar el cariño de los suyos. Aitana vuela alto desde que se convirtió en historia de la fiesta fallera hace ahora un año pero su vuelo, tan maravilloso como intenso, no le ha hecho perder de vista un horizonte que siempre le marcó dónde estaba su origen y, por supuesto, dónde están los suyos...los que la queremos sin los condicionantes marcados por el cargo que desempeña.
Al contrario de lo que ocurre en infinidad de ocasiones, nuestra Aitana está pasando sus últimos días como componente de la Corte de Honor de la Fallera Mayor Infantil de Valencia ensayando con sus amigos y compañeros de la comisión, disfrutando de su amistad sincera y de ese orgullo compartido por ser de la Falla del Duc.
Esa falla que siempre lleva en el corazón y que en estos momentos de nostalgia y despedida quiere agradecer su dignísima representación y, sobre todo, el hecho de no haber perdido ninguna oportunidad de estar con los suyos en cuanto su apretada agenda se lo permitió. Eso, querida Aitana, ni se ensaya ni se aprende; se lleva en el corazón y tú lo sabes.
¡Bienvenida a casa!
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