El día que el pueblo cantó su canción
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Frases, imágenes, opiniones y curiosidades de unas vivencias inolvidables
Podía haber sido un día cualquiera pero no lo fue; estaba destinado a marcar nuestras vidas y lo consiguió, vaya que si lo consiguió. Puesta en escena, decorados, interpretación, coreografía, intenso trabajo y una ilusión sin límites, nos hacían ser optimistas, sentirnos bien.
Sin embargo no tuvimos premios, ni siquiera nos permitieron entrar en la final pero.... ¡fuimos campeones! Lo nuestro era algo más que una mera participación en un concurso, era un sentimiento...un afán de superación cargado de orgullo, de emociones sin límite; de ganas de hacer las cosas bien pese a nuestra inexperiencia en estas lides.
Qué importa que el jurado no valorase la interpretación perfecta y al unísono de una treintena de "artistas" que lo dieron todo en un concurso de ¿interpretación?; que pusieron el alma y la vida en una actuación que, pese a no tener ese reconocimiento en forma de premio, sigue siendo recordada por quienes tuvieron la oportunidad de disfrutarla. Curiosa decisión la de un jurado que ni supo ni quiso darse cuenta de lo que encerraba esa versión tan particular de Los Miserables pero, ¿qué más da?
Visto desde la distancia y cuando todavía se me pone la piel de gallina al recordarla, me siento más orgulloso de lo realizado...de lo conseguido. Me emociona rememorar el sentimiento con el que afrontamos el reto, me gusta inmortalizar la sorpresa que supuso nuestra actuación aquél día, recordar con qué pasión la vivimos...la misma que nos impidió contener las lágrimas que fluían de nuestros ojos desde el último ensayo y hasta el final de la actuación.
Esa noche el pueblo cantó su canción y recibió un pago tan "miserable" como el título de la obra representada, pero la voz llegó muy lejos....más allá de las clasificaciones y de los resultados, de la frialdad de los premios y de quienes no quisieron que estuviéramos en un lugar que habíamos merecido. Esa noche salió el sol para nosotros, fuimos los amos del mesón y la voz del pueblo, la de la Falla del Duc, entró directamente a nuestros corazones para provocar un sentimiento tan profundo que, estoy seguro, que se ha quedado para siempre, inalterable, grande, profundo y con el sabor del orgullo por las cosas bien hechas.
Provocamos una auténtica e inesperada revolución y eso amigos, ¡no nos lo quita nadie!
Marcos E. Soriano